jueves, 19 de abril de 2018

Toledo

   

    La viajera, que se hospeda en un hotel cercano a la  Puerta de Bisagra, cuando de mañana despierta se dirige a la plaza de Zocodover, la plaza central del casco antiguo de Toledo, donde toma el tren turístico que hace una parada en el increíble Mirador del Valle. Allí, bajo un sol radiante, observa con nitidez el perfil de la ciudad sentada en un trono de roca y rodeada por el profundo Tajo. Un meandro del río le proporciona una defensa eficaz por tres de sus lados, defendiendo el lado de tierra por una muralla.

   La viajera, de regreso a la Plaza de Zocodover, se pierde por las callejas estrechas y empinadas de Toledo; explora sus espaderías y confiterías con su típico mazapán; visita la catedral, y se adentra en la Iglesia de Santo Tomé (siglo XIV), uno de los mejores ejemplos del estilo mudéjar. Allí admira el monumental cuadro del pintor extravagante llamado El Greco: El entierro del conde de Orgaz. Al parecer el cuadro fue un encargo del párroco de Santo Tomé, que deseaba perpetuar un milagro supuestamente ocurrido en su iglesia en el siglo XIV. Cuando se iba a dar sepultura al cuerpo de don Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz, gran benefactor del templo, descendieron del cielo dos santos para enterrar, ellos mismo, el cadáver. El cuadro tenía evidente intención propagandística: el que dona sus bienes a la Iglesia se gana a los santos del cielo y alcanza la vida eterna.

   El cuadro aparece claramente dividido en dos partes, con el cielo arriba y la tierra abajo. En el cielo, que representa el juicio final del piadoso caballero, observamos a Cristo, la Virgen, ángeles, santos y otros personajes fallecidos. En la tierra se representa el sepelio del conde de Orgaz rodeado de personajes eclesiásticos y civiles (retratos indudables de contemporáneos del pintor). Se cree que una de las caras que miran al espectador desde la última fila es un autorretrato del Greco. El niño situado en el ángulo inferior izquierdo, que porta una antorcha en las manos, podría estar inspirado en el hijo del artista, nacido de una mujer soltera que viviría cerca del artista.

   La viajera, después de almorzar, deja la capital de Castilla-La Mancha y regresa a Andalucía por la inmensa llanura de la Mancha que con su extensión y uniformidad “causan una impresión análoga a la que produce la vista del océano.” (Washington Irving, 1833, Cuentos de la Alhambra).


 Pedro A. de Alarcón, en 1883, en Viajes por España, escribe:  “Toledo es un magnífico álbum arquitectónico, donde cada siglo ha colocado su página de piedra. Ver a Toledo es leer a un mismo tiempo la historia de España y la historia de la Arquitectura.

Más ricas en monumentos árabes son Córdoba, Sevilla y Granada, en obras romanas Mérida y Segovia, en góticas los reinos de León y Castilla la Vieja; pero ninguna ciudad como Toledo lo encierra todo; ninguna como ella puede ostentar juntamente grandes obras de todos los tiempos y de todos los períodos del arte. Y consiste en que Toledo es una ciudad diez veces histórica, que diez veces ha resucitado de sus cenizas, que ha puesto en su frente corona sobre corona, llegando al cabo á verse investida de toda la grandeza de nuestra historia.


Su fundación, perdida en la noche de la fábula como todo lo épico, es para unos obra de Hércules, para otros se remonta á la fuente de los días auténticos; al pueblo judío. Y lo mismo que la religión y el paganismo se la disputan, ved cómo luchan después todos los invasores de España por engrandecerla...”

    La historia de Toledo, una de las ciudades más antiguas de España, es densa. De origen prerromano, fue fundada pensando en su defensa y ha sido sucesivamente romana, visigoda, musulmana y cristiana. La ciudad romana de Toletum pasa a ser Toleto, la “Ciudad Regia” en época visigoda, y después con la reconquista “Ciudad de las Tres Culturas”. En la Edad Moderna, durante el reinado de Carlos I de España y V de Alemania, fue “Ciudad Imperial”. Posteriormente, en el año 1561 se traslada la capital a Madrid.

   Toledo es conquistada por Roma a finales del siglo II a.C. Después, en el siglo VI d.C., vio llegar al general Leovigildo, el rey godo que puso su capital en esta ciudad y quiso ser rey de toda España. Y lo consigue venciendo a los suevos en Galicia y a los vándalos en Andalucía. De forma que con los visigodos puede decirse que empieza la historia de España, arrancada ya del Imperio romano, como un Estado independiente. Después, vio a Recaredo someter a su pueblo entero a la fe de la Iglesia romana. El resto de sus sucesores componen un fresco de traiciones, muertes e intrigas en torno al poder que concluyen con la elección de Wamba. 


  En el siglo VIII, estando en el trono Rodrigo vienen los musulmanes que relegan a Toledo a un segundo plano, pues optan por ubicar su capital en Córdoba. Cuenta la leyenda que la llegada de la invasión musulmana fue fruto de la venganza de don Julián, un conde castellano que habría facilitado el asedio para lavar su honor, mancillado por don Rodrigo, quien habría seducido a su hermosa hija, La Cava. Tras la versión de los romances castellanos se oculta algo de verdad: la conquista árabe se debió a las continuas revueltas nobiliarias de una aristocracia que ansiaba disfrutar de mayor poder ante la Corona. Así, cuando las tropas musulmanas de Tarik desembarcan en Gibraltar, el ejército visigodo de la monarquía de Don Rodrigo acude a detener el avance que es incapaz de detener siendo derrotado en la batalla de Guadalete (711). Comienza una nueva era para la Península Ibérica.

   Al iniciarse el siglo XI, a poco de la muerte de Almanzor, el califato cordobés pierde su fuerza y se debilita progresivamente por la falta de autoridad de los últimos califas. Disuelto el califato y la división de Al-Andalus surgen numerosos reinos independientes, los reinos de taifas, que dieron alas a la reconquista cristiana, que se hace a costa de enemigos menos poderosos y frecuentemente enfrentados entre ellos. Toledo, como capital de la taifa, es la primera gran ciudad musulmana que cae en poder de los cristianos en el año 1085 por el monarca cristiano castellano-leonés Alfonso VI.

   Tras la conquista se respeta la identidad religiosa y cultural de los musulmanes y de los judíos, que gozaron de sus propios fueros. Durante los siglos XII y XIII, verdadera edad dorada de la Toledo medieval, los reyes de Castilla y León propician que fuera sede de una Escuela de Traductores en la que destacados intelectuales traducen al latín y al castellano los textos filosóficos y científicos más importantes de la Antigüedad y del Islam, que se exportan a toda Europa. Su creación fue fruto de la agrupación espontánea en el Toledo recién conquistado de diversos eruditos europeos atraídos por la noticia de la existencia en la ciudad de numerosos manuscritos árabes. Alcanza su máximo esplendor durante el reinado de Alfonso X, conocido como el Sabio por su vasta cultura y autoproclamado “emperador de las tres religiones”, el cual impulsa dicha actividad. Gracias a estos trabajos realizados en Toledo, la Europa cristiana conoce parte de la sabiduría antigua, que alimenta a las nacientes universidades.

  Las cosas iban bien, pero a comienzos del siglo XIV los tiempos de convivencia se estropean. Las graves crisis que asolan Europa en dicho siglo provocan enormes tensiones sociales, que sufren de manera intensa las minorías judía y musulmana. El antisemitismo se ceba con los judíos de Toledo en numerosas ocasiones, hasta su definitiva expulsión en 1492 dictada por los Reyes Católicos. La presencia judía en Toledo había tocado a su fin. El modelo medieval de convivencia de las tres religiones de los siglos XII y XIII, que se había mantenido a duras penas en los dos siguientes, se desmorona. Expulsados los judíos, ya sólo queda acabar con los mudéjares, los musulmanes que permanecieron en los territorios conquistados por los cristianos.

   Son los mudéjares, asentados en su mayoría como campesinos, artesanos y albañiles siguiendo la tradición de época islámica, los que levantan, con la baratura de la mano de obra, la mayoría de los edificios de la ciudad cristiana, y también las sinagogas de los judíos. Se convierte algunas mezquitas en iglesias, como la Mayor, transformada en catedral, y la de Santo Tomé. En general, se entiende por mudéjar un arte en el que predominan los elementos constructivos o decorativos de influencia islámica. La arquitectura mudéjar crea edificaciones frágiles y con materiales pobres como el ladrillo, la madera y el yeso al alcance de los medios más modestos. La etapa final del arte mudéjar, debe situarse entre el 1502 y el 1526, fechas en que en Castilla y Aragón, respectivamente, queda abolido el culto islámico. Los mudéjares de Toledo lo hacen sin protestar. Conminados a convertirse, son llamados moriscos, a los que también se expulsan entre 1609 y 1614 por Felipe III. El proceso de unificación religiosa puesto en marcha por los Reyes Católicos a finales del siglo XV y culminado por Felipe III a comienzos del siglo XVII pone fin a ese tiempo en el que la ciudad de Toledo simbolizaba las ideas de convivencia y tolerancia entre judíos, musulmanes y cristianos.

   Bajo el reinado de Alfonso X la arquitectura mudéjar prolifera en la ciudad e impera libremente por calles y plazuelas. En sus edificios predominaba el ladrillo rojo, y su distribución respondía a la de cualquier ciudad islámica: alcazaba, medina, arrabales y barrios extramuros. Se entraba en el recinto urbano por diferentes puertas abiertas en la muralla. Los mercados o zocos estaban repartidos por diversos puntos de la ciudad, sin bien el principal y de mayor tamaño ocupaba la actual plaza de Zocodover.

   Dentro de esta estructura urbana de trazado musulmán, que aun se conserva en el casco antiguo, destacaban las calles estrechas y tortuosas, los callejones sin salida, los denominados adarves, y las corralas. Además aunque las tres culturas (musulmana, cristiana y judía), convivían en la ciudad lo hacían en barrios separados, lo que ha dejado su huella (barrio de la judería). Posteriormente, en el siglo XIX tuvo lugar el ensanche, el crecimiento extramuros y finalmente, tras la Guerra Civil, se impulsa otras expansiones en la periferia: residenciales, industriales y de equipamiento.


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