El tiempo era suave y agradable. El día anterior la viajera había llegado a Viella, y ahora quiere ver y descubrir Artiga de Lin. Se adentra por una pista forestal asfaltada que sale desde el pueblecito de Es Bòrdes (Las Bordas), llave de la frondosa Artiga de Lin. Camilo José Cela, en 1965, en su Viaje al Pirineo de Lérida escribe: “en el valle de Arán llaman artigas a lo recoletos vallecitos laterales, subordinados y umbríos”. Poco más arriba, en el hermoso y estrecho valle del río Joeu, aparece entre los árboles una bonita cascada escalonada: Hont deth Gresilhon.
A partir de aquí se puede elegir continuar por la pista con el coche o bien tomar un sendero circular equipada con escaleras y barandillas que, en poco más de media hora, alcanza Artiga de Lin, una frondosa pradera pintada de color esmeralda que se abre entre las hayas y los abetos, al pie de un horizonte cerrado por algunas de las cumbres más elevadas de los Pirineos, y en los que aún queda algún nevero.
Este prado de altura es una enorme teta que nutre a los caballos de los Pirineos. En el Valle de Arán, los pastos alpinos siguen siendo, mayoritariamente, de propiedad comunal. Eso explica que incluso en los rincones más recónditos del valle se encuentre rebaños de yeguadas y vacas que pastan libremente en praderas inmensas sin vallados ni pastor que los vigile.
Este prado de altura es una enorme teta que nutre a los caballos de los Pirineos. En el Valle de Arán, los pastos alpinos siguen siendo, mayoritariamente, de propiedad comunal. Eso explica que incluso en los rincones más recónditos del valle se encuentre rebaños de yeguadas y vacas que pastan libremente en praderas inmensas sin vallados ni pastor que los vigile.
Camino de regreso a Las Bordas la viajera que no lleva prisa se sienta a la sombra de los árboles, en el área recreativa, y degusta algunos productos franceses comprados en Luchon. Después se asoma al rió Joeu a ver correr las aguas con una paz infinita en el corazón.
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