sábado, 17 de febrero de 2018

El Coliseo


   Desde el Foro romano la viajera continúa el recorrido por la Antigua Roma. Al ver el Coliseo descubre que es inmenso.“Cuando lo contemplas, todo lo demás le parece pequeño, es tan grande que su imagen no te cabe en el alma; lo recuerdas como si sus proporciones fueran menores, y cuando vuelves de nuevo aparece más grande.” (Goethe). El colosal anfiteatro fue construido durante la Roma imperial, siglo I d.C. para celebrar principalmente las luchas de gladiadores y los espectáculos con fieras. Don Vicente Blasco Ibáñez, en 1896,  En el país del arte (tres meses en Italia), escribe: “el imperio envileció a la plebe para asegurarse su adhesión, halagándola con lo que hablaba a los sentimientos más groseros: pan y espectáculos”. 

   Hoy del Coliseo sólo queda una parte porque cuando dejó de usarse, la mano del hombre extrajo abundante material para la construcción de otros edificios. Vicente Blasco Ibáñez escribe: “En tiempos de Carlomagno, el Coliseo se mostraba intacto, como obra sólida e imperecedera, dispuesta á vivir tantos siglos como las Pirámides de Egipto; pero los barones romanos lo modificaron, haciéndolo servir de fortaleza que pudiera contrarrestar la Mole Adriana, baluarte de los Papas, y cuando comenzó en la Roma pontifical la época de las grandes construcciones, el famoso anfiteatro fue una cantera inagotable de granito rojo, en la que todos metieron mano.”



    Emilio Castelar, en 1872, en Recuerdos de Italia,  escribe: “Mirad esos tres órdenes separados siempre en la arquitectura griega y reunidos aquí en escala ascendente, primero el más sencillo y más sobrio, el dórico, en la base; después el más elegante y más ligero, el jónico, en el medio; y luego el más florido, el más ornado, el corintio, coronando la cima, como la diadema de todo el monumento. El espíritu del pueblo constructor brilla por todas partes en esa fábrica. Ha reunido el romano los tres órdenes de arquitectura en sus edificios, como ha reunido los dioses griegos en el panteón.”

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