La viajera, bajo un cielo azul y un fuerte viento, hace su primera escala en el Puerto de Marsella, el punto de partida para conocer la capital de la Provenza. El autobús asciende por calles serpenteantes para acercarla a la Basílica de Nuestra Señora de la Guarda que esta edificada sobre la colina de la Garde, a unos 160 metros de altura. La silueta de la Basílica Notre Dame de la Garde que data del siglo XIX es de estilo neo-bizantino y está coronada por la colosal estatua dorada de la Virgen María con el niño Jesús en brazos. Al traspasar el umbral, atestada de turistas, observa en un entorno de franjas blancas y rosadas la influencia marinera de la Basílica, con cuadros de barcos y salvavidas. También hay exvotos, ofrendas, que "son la forma más ingenua de la piedad popular". "Es la piedad reglamentada y geometrizada, por libro mayor y libro de caja; es algo que deja fría el alma" (Unamuno).
Después de pasear por los alrededores y contemplar las vistas de la ciudad de Marsella, la viajera desciende de la colina de la Garde dejando atrás un grupo de cuatro pequeñas islas situadas cerca de la costa. En If, la isla situada al este del archipiélago del Frioul, se encuentra el famoso Castillo donde fue encarcelado el personaje principal de la obra El conde de Montecristo, de Alexandre Dumas (padre). Fue construido en el siglo XVI para defender a Marsella de invasores desde el mar y posteriormente, en el siglo XVII, se convirtió en una prisión estatal.
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