sábado, 23 de febrero de 2019

Granada



    La segunda escapada del año para la viajera: Granada, la ciudad a los pies del Castillo Rojo, para recorrer nuevamente las calles del último reducto islámico en la península ibérica, al igual que hicieron algunos viajeros románticos del siglo XIX. 

  Granada estuvo primero bajo influencia romana y posteriormente visigoda y musulmana. Florece cuando Al-Andalus, la España mora, se fragmenta en  las diversas autonomías que llamamos las primeras taifas.  Ante el avance de la reconquista cristiana, los reinos de taifas pidieron socorro  a sus hermanos del norte de África: a  fines del siglo XI, vinieron los  almorávides que después de su reunificación vendrían las segundas taifas; y a principios del siglo XIII, vienen los almohades (el ISIS actual) que después de su nueva reunifación siguieron  las terceras taifas.

   En los años de rápida descomposición del imperio almohade que siguieron a la batalla de las Navas de Tolosa, Muhammad ibn Nasr, señor de Arjona, se proclamó independiente (1232) y a poco conquistó Granada, convirtiéndola en capital de un pequeño reino que abarcaba fundamentalmente las actuales provincias de Granada, Málaga y Almería. Tal fue el origen de reino nazarí, por el que la presencia islámica en la Península podría prolongarse otro dos siglos y medio.

La Granada árabe se asentaba en el Albaicín pero los reyes nazaríes, en el siglo XIII, construyeron sus palacios (la Alhambra y el Generalife) en el cerro vecino, al otro lado del Darro, y la ciudad se extendió hacia el llano; y  el antiguo barrio judío de la ciudad musulmana   se asentaba justo al pie de la Alhambra, lo que actualmente se conoce como el Realejo.

   El dos de enero de 1492  Granada  fue conquistada por los Reyes Católicos,  sin ofrecer lucha, lo que supuso una política de expansión urbanística. Se construyeron iglesias sobre el solar de las mezquitas, como era habitual durante la Reconquista;  y  aunque la  mayoría  hayan  desaparecido, no ha sucedido lo mismo con  los aljibes que en ellas se encontraban. Estos depósitos de agua,  que  en su mayoría fueron construidos entre los siglos X y XV, además de abastecer de agua a la población  tenían una función religiosa, ya que gran parte de ellos estaban asociados a mezquitas como elemento purificador antes de entrar a rezar.  Al mismo tiempo que se demolían mezquitas, se abría aquel trazado laberíntico medieval  a grandes plazas, como la de Bib-Rambla, la Plaza Nueva o el Campo del Príncipe.


  La toma de Granada también supuso la expulsión de judíos y musulmanes. Como consecuencia , en los dos siglos siguientes la ciudad vio reducida su población a la mitad, y no sería hasta llegado el siglo XVIII cuando la economía empieza  a recuperarse, gracias a la inmigración proveniente de otras provincias andaluzas y a una menor tasa de mortalidad.

   A comienzos del siglo XIX  se abre las dos  vías  principales: calle Reyes Católicos y la Gran Vía de Colón, lo que aportó algo de modernidad a la ciudad con sus señoriales edificios. Será en este siglo cuando Granada se convierte en el escenario del ideal romántico y atraiga a viajeros y escritores de todo el mundo.

   En el siglo XX con el proceso de industrialización se duplica la  población, se abandona el uso de los aljibes  y comienza a desarrollarse el turismo.



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