lunes, 4 de junio de 2018

Callejeo por Córdoba




    La viajera va a la calleja de las Flores y descubre la torre campanario de la catedral atrapada entre los tejados y los tiestos floridos.



   Sin prisas, a un paso de distancia, llega al final de la superestrecha calleja del Pañuelo, un adarve morisco, donde escucha el suave murmullo del agua de una pequeña fuente.



  Luego  va a la plaza de las Tendillas  donde se encuentra el folclórico reloj.



  En las inmediaciones de la plaza  comprueba que Córdoba es más romana que mora. El testimonio auténtico de la estancia romana en dicha ciudad está en las ruinas del templo romano, un santuario levantado en el siglo I para supuestamente rendir culto a los emperadores divinizados.







   Bajando por la calle San Fernando, en el barrio de San Francisco-Ribera, descubre el Arco del Portillo que da acceso a la iglesia de San Francisco, iglesia fernandina construida en el siglo XIII cuando la ciudad es reconquistada por  Fernando III, el Santo. Dicho rey cristiano ordena construir catorce parroquias a cuyo alrededor surgieron los actuales barrios de la ciudad que reciben el nombre de la iglesia a la que pertenecen. 


   En la misma calle  observa la fachada de una casa dominada por un torreón almenado con aspecto de fortaleza defensiva. Se trata de la Casa de los Marqueses del Carpio, prototipo de las grandes residencias solariegas construida a finales del siglo XV cuando los Reyes Católicos llegan a Córdoba. 




   En la mesa cordobesa  pide rabo de toro y después va a la Plaza de Maimónides, corazón de la Judería, rodeada por varias casas solariegas, y toma la calle Judíos para visitar la Sinagoga. Fue construida en el siglo XIV en estilo mudejar, y es  una de las tres sinagogas medievales que hoy en día se conservan en España. Al principio de la callejuela, se encuentra una escultura de Maimónides y la casa  donde se supone que nació y vivió el filósofo y médico judío de al-Ándalus; y al final de la calle se alza la puerta de Almodóvar y la estatura del filósofo romano Séneca. En la parte exterior de la muralla hay unos bonitos jardines y una estatua del filósofo y medico andalusí Averroes. El poeta árabe Ibn Zaydun, se eleva junto a la Puerta de Sevilla, a la entrada al popular barrio de San Basilio o Alcázar Viejo, situado en la zona suroeste del casco antiguo de la ciudad.





   Otro día la viajera seguirá avanzando de calle en calle,  de plaza en plaza,  de barrio en barrio.  ¡Qué encanto este de recorrer calles por una ciudad que no se conoce!  En el  barrio San Francisco-Ribera la viajera  descubre la  plaza del Potro.  Allí, en el centro de la misma, se encuentra la figura de un potrillo que corona una fuente renacentista; allí  la famosa posada homónima; allí el Museo de Bellas Artes;  allí  el Museo de Julio Romero de Torres.




   En  la plaza de la Corredera, construida a finales del siglo XVII, la única plaza mayor de Andalucía,  descansa bajo sus soportales.





   Desde la Corredera  sube hacia la sencilla plaza de Capuchinos donde se alza  el Cristo de los Faroles, llamado así por las luminarias que rodean la escultura de piedra. Junto a esta plaza está la Cuesta del Bailío que comunicaba la ciudad alta (Villa o antigua Medina musulmana), al oeste,  con la ciudad baja (Axerquía o barrio oriental).


      A un paseo de distancia,  descubre la Torre de la Puerta del Rincón. Son los restos  de lo que fue la muralla que cercaba la Villa de la Axerquía.



  Luego  la viajera va al barrio de Santa Marina, en la zona norte del casco antiguo donde se encuentra  el Palacio de Viana, un palacio-museo del siglo XIV famoso por sus doce patios.






   Después al cruzar la plaza de San Agustín localiza otra parroquia fernandina, la iglesia de San Agustín.






   En el popular barrio de San Lorenzo, situado al este del centro histórico,  visita la iglesia homónima, considerada la joya de la arquitectura denominada fernandina: pórtico delantero de tres arcos con sabor medieval; esplendido rosetón gótico-mudejar; torre renacentista, construida sobre el alminar árabe, que se considera precedente de la Giralda de Sevilla.



  Otro lugar para descubrir en Córdoba son los Baños del Alcázar Califal. Juan Eslava Galán, en Viaje por el Guadalquivir y su historia, escribe: “El árabe procedente de la reseca Península Arábiga apreciaba cuanto tuviera relación con la cultura del agua. Por eso adoptaron con entusiasmo las termas y baños de las ciudades romanas y bizantinas conquistadas. Los baños eran públicos (aunque las familias adineradas disponían, también, de baño privado). Cada barrio contaba con su baño (hamman), a veces, varios, a los que acudían los hombres por la mañana y las mujeres y los niños por la tarde. Córdoba, en el siglo X, su época de esplendor, llegó a tener más de trescientos baños a los que acudía la población por motivos higiénicos, rituales y sociales. El hamman era, además, casino y mentidero donde los amigos se reunían después del trabajo a hacer tertulias en las que se comentaban los últimos acontecimientos o se cerraban tratos como en Roma. El edificio de los baños de Alhakén es cuadrado, compacto, sin ventanas. La luz y la ventilación proceden de unas lumbreras (midwa) en forma de estrella de ocho puntas, abiertas en los techos abovedados (…)

Los cristianos quizá no apreciaran el baño tanto como los moros, dado que no habían descubierto su aspecto relajante y se limitaban al estrictamente higiénico, pero también disponían de baños en sus ciudades importantes. Solo a partir del siglo XIII empezaron a considerar el baño como un lujo propio de moros medio afeminados y dieron en sospechar que su uso por los moriscos obedecía a cuestiones religiosas más que higiénicas, lo que acabó por desacreditarlos. En el siglo XV un clérigo cristiano criticaba que los moriscos de Granada «se laven aunque sea diciembre».”

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