martes, 24 de abril de 2018

Cuenca



        Una tarde de julio la viajera atraviesa la Mancha, el océano de las aventuras del inmortal Don Quijote, para visitar una histórica ciudad manchega declarada Patrimonio de la Humanidad en 1996: Cuenca. En la ciudad medieval, definida por las dos profundas hendiduras de los ríos Júcar y Huécar, la viajera pasea por calles tortuosas y empinadas, estrechos callejones y plazuelas, mientras contempla las famosas casas colgadas del siglo XV, el convento de San Pablo del XVI, hoy Parador Nacional de Turismo, y la catedral considerada como el primer templo gótico que se construyó en España, junto  con la de Ávila. Se comenzó a erigir  a finales del siglo XII, cuando imperaba el estilo románico y se terminó a mediados del siglo XIII, pero las sucesivas reformas y remodelaciones han alterado bastante su traza original. Miguel de Unamuno, en 1931, en Paisajes del alma, escribe: “Y toda esta convulsión en que se apelotona Cuenca no fue plutónica, de terremoto, sino obra de agua lenta y tozuda, la que cala y corre y descarna la tierra y la hiñe y conforma. Así la tradición, líquida también, surca y corroe, y labra y talla, y tortura hondas hoces en el lecho rocoso de un pueblo. Y hasta inquisitorialmente, como lo probó y comprobó Cuenca en su historia.”

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