Desde Plaza Venecia la viajera continúa el recorrido por la Antigua Roma y empieza por los Foros imperiales. Piensa que pasear por allí es como hacerlo por un museo al aire libre, donde a cada paso se encuentra un pedazo de historia. Esta zona arqueológica salió a la luz en 1924, cuando Mussolini decidió construir la actual Avenida de los Foros Imperiales para conectar el Coliseo al controvertido monumento Altar de la Patria. En el foro de César descubre una imponente estatua de Julio César vestido con su armadura de General y recuerda que fue el primero en ordenar ampliar el foro romano. Con su muerte se termina la época republicana. Entre la instauración de la República y su final, la situación de Roma había cambiado. Las antiguas instituciones romanas, especialmente el Senado (Senatus), estaban ancladas todavía en una primitiva organización gentilicia, basada en dos elementos básicos: la gens (de donde deriva el sustantivo “gente”) y la familia (familiae). La población pertenecía siempre a una gens y cada una de ellas estaba formada por grupos menores unidos a un antepasado común. Es un vínculo de carácter étnico o mítico, no sanguíneo. De esta manera, cada individuo de la primitiva sociedad romana pertenecía a una de las gentes romanas: la gens Iulia, la gens Cornelio, la Fabia, etc. Se trataba de una organización hermética, en los que no se podía entrar más que directamente mediante votación de los miembros de la gens, o indirectamente a través de la inclusión en una de las familias de la gens por medio, normalmente, del matrimonio.
Los jefes de los grupos gentilicios y familiares se reunían para constituirse en una especie de consejo llamado Senado. Finalmente, los miembros más ricos de cada gens se distanciaron cada vez más de los más pobres y afianzaron sus posiciones en la estructura gentilicia con una política de matrimonios que redujo el papel de la mujer al de una pieza de intercambio. Probablemente entonces, los senadores de las clases socialmente mejor favorecidas exigieron el privilegio exclusivo de ser senadores haciendo que tal derecho quedara restringido a un número relativamente de gentes y familias, unidas con frecuencia por vínculos matrimoniales. De esta forma, los hijos de los padres de cada familia (patres familiae) fueron llamados patricios (patricii) y su destino era cubrir las vacantes del Senado.
La organización gentilicia era clara y sencilla desde el punto de vista político y social pero no podían dar respuesta a las necesidades surgidas de la permanente inclusión de territorios bajo el poder de Roma. Aparece una masa de personas privadas de todo derecho al encontrarse fuera del marco gentilicio. Debieron de ser muchos, pues los romanos los llamaron plebs, es decir, multitud. Así comenzó la permanente oposición entre patricios y plebeyos, dos clases sociales que la tradición remonta a los tiempos de Rómulo. En esencia es una división que ha proyectado su sombra en el desarrollo posterior no sólo de la Historia de la propia Roma, sino de toda Europa.
Desde que Roma consiguió sus primeros éxitos en la conquista de los territorios vecinos, su tamaño se incrementó con la incorporación de las nuevas tierras conquistadas. Éstas, que nunca habían pertenecido a ningún romano, fueron llamadas ager publicus, y se constituyeron en un verdadero patrimonio estatal que, naturalmente, podía ser cedido al dominio privado de los ciudadanos romanos (possesio). Desde el primer momento, sin embargo, los patricios monopolizaron esta possesio, de manera que la plebe –que contribuía con su esfuerzo y su sangre a la conquista de los territorios que, constantemente, iban engrosando el ager publicus- no vio compensados sus esfuerzos. Por esta razón, la exigencia de leyes agrarias de distribución de las tierras públicas se convirtió en una de las reivindicaciones, permanentemente pendientes, de la plebe romana.
Julio César comprendió el problema y creyó que una reforma agraria que distribuyera las tierras del ager publicus y una reforma política capaz de conceder el derecho de ciudadanía romana a buena parte de los aliados eran imprescindibles para afrontar los retos de la expansiva Roma. Igualmente, creyó imprescindible ampliar el número de senadores, con la intención de integrar en las tareas de gobierno a la nobleza de las provincias.
En este sentido, actuó durante su Consulado atendiendo las resoluciones de la Asamblea de la plebe, ante la que presentó sus leyes. Como consecuencia de ello, Cesar se ganó el favor de la plebe romana. Sin embargo, el patriciado romano, sus iguales, no le perdonaron nunca porque era una legislación que atacaba los cimientos de las gentes. Y así, en los Idus de Marzo del año 44 a.C., una conspiración comandada por Casio y Bruto lo asesinó en el mismo Senado, un acto de notable trascendencia política. Sin embargo, el proceso iniciado por Cesar no se detuvo. Su hijo adoptivo y heredero, Octavio, inicia un camino de no retorno hacia otra etapa de la historia de Roma que conocemos como Imperio.
En el Foro de Trajano, el último en construirse, la viajera observa el Mercado de Trajano, considerado como el primer centro comercial cubierto de la historia. De planta semicircular conserva una importante parte de su aspecto original. Se construyó en ladrillo a principios del siglo II y estaba formado por seis plantas a lo largo de los cuales se distribuían las tiendas y oficinas. Actualmente dentro del mercado existe un museo.
La columna Trajana está rematada por una estatua de San Pedro desde el siglo XVI por orden papal.
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