En Florencia, la viajera descubre el Arno cruzando el famoso Puente Vecchio de origen medieval que cuenta con viviendas y joyerías y con el Corredor Vasariano, un pasadizo superior construido por Vasari para que los miembros de la familia Médici pudiesen cruzarlo sin peligro desde el centro político de la ciudad (Palacio Vecchio) a la residencia privada de la familia Medici (Palacio Pitti, al otro lado del río). Vicente Blasco Ibáñez, en 1896, En el país del arte (tres meses en Italia), escribe: "Es casi un milagro que Florencia haya podido no sólo subsistir, sino ser el emporio de la cultura italiana a través de las sangrientas aventuras, de las vengativas revoluciones que duran siglos y más siglos. Si triunfaban los güelfos, su primera ocupación era arrasar los palacios de los vencidos, talar sus jardines, degollar a todos los que hallaban a mano, y poco después, cuando los gibelinos que estaban en la emigración conseguían a su vez el triunfo, por no ser menos, repetían idéntica operación. La ciudad estaba en revolución perpetua, y los que lograban librarse de la horca o de una de aquellas famosas puñaladas florentinas, tenían que emigrar un sinnúmero de veces, y pensaban que el morir en la cama era raro privilegio, reservado únicamente a frailes y obispos.
Cuando el poder pasó a manos del pueblo en el siglo XIV, proclamándose la República florentina, renació la tranquilidad; pero entonces lentamente comenzó a formarse un nuevo peligro con el fabuloso enriquecimiento de la familia de los Médicis, unos comerciantes astutos que se propusieron ser reyes y explotar a los pueblos como habían explotado a sus clientes. Primero el gonfalonero Silvestre, combatiendo por la causa del pueblo; después Juan, que halagaba al populacho con sus riquezas hasta hacerse titular el primero de los ciudadanos; a continuación Cosme, al que llamaron padre de la patria, un hipócrita hasta la sublimidad que, haciéndose el humilde, consiguió gobernar la República durante treinta años como un rey absoluto, sin protesta alguna; y por fin Lorenzo el Magnífico, que, rodeándose de los primeros sabios y artistas del mundo, cegó a un pueblo amante de la belleza con los rayos esplendorosos del arte, mientras él afirmaba el porvenir de la familia, convirtiendo en soberanía hereditaria una simple magistratura republicana."
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