miércoles, 3 de enero de 2018

Palacio Medici Riccardi



    Una mañana del mes de mayo, bajo un cielo cálido de nubes esponjosas, la viajera llega al Puerto de la Spezia, puerta de entrada a dos espléndidas ciudades de la Toscana: Florencia y Pisa.   En el centro histórico de Florencia, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1982, se detiene ante el Palacio Medici Riccardi, construido en el siglo XV para Cosme de Medici, el fundador de la dinastía de los Medicis.   Vicente Blasco Ibáñez, en 1896,  En el país del arte (tres meses en Italia),  escribe: “En cada calle se encuentran palacios de la antigua nobleza florentina: gigantescos dados de tostada piedra, flanqueados por esbeltas torrecillas y perforados por triple fila de graciosas ventanas ovales, partidas por aérea columna. Dentro están el lujo y la molicie; los vastos salones de techo dorado y pavimento de mármol verde, con las paredes cubiertas de frescos y los rincones atestados de asombrosas obras de arte, en las que el cincel de Cellini o Donatello resucitó la belleza del paganismo con el interminable cortejo de ninfas y sátiros, nereidas y tritones; pero fuera está la hostilidad ceñuda, la gravedad amenazante; la fachada convertida en fortaleza, la puerta robusta como la de un castillo; los ventanales altos, para que no lleguen a ellos las escalas de los asaltantes; las torres con saeteras, para asomar la negra boca de los arcabuces, y el alero con vomitorios, para arrojar sobre la amotinada turba la inflamada resina o el plomo hirviendo. Aún se ve hoy sobre los muros de los palacios la fila de labradas argollas que sostenían las antorchas en las noches de fiesta y de baile; pero también se distinguen en las fachadas los agujeros y desmoronamientos de los asaltos. Sobre esos libros de piedra que aún han de subsistir muchos siglos, se lee toda la historia de aquella revoltosa nobleza florentina, dividida en dos bandos, que en Santa María de las Flores interrumpía la misa mayor y volcaba el cáliz para dar de puñaladas a los hermanos Médicis o asistía a los bailes llevando la armadura bajo la toga de seda, para en lo más animado de la fiesta tirar de las espadas y bautizar con sangre la conspiración”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario